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viernes, 11 de noviembre de 2011

La astilla -Christian Nutz de la Calle



Angelo era uno de los asesinos más célebres en los círculos del Hampa y digo sólo célebre y no conocido porque muy pocos lo habían visto alguna vez. Únicamente los peces más gordos tenían que ver con él y no a menudo cuando se trataba de arreglar un asunto de manera drástica. Eso sí, se rumoreaba que sus ojos tenían el color del plomo y que atenazaba a la víctimas con el hielo de su mirada antes de matarlas.

Había nacido en una aldea cerca de Gela, en el sur de Sicilia. De hijos campesinos, su familia no había conocido otra cosa que no fuera hambre y miseria. Un buen día, el "Patrone" de la zona, el signore Aquino, ordenó asesinar al padre de Ángelo. Tuvo que morir para dar un escarmiento a los demás campesinos, para que no se les ocurriese ser tan quisquillosos como el padre a la hora de pagar el arriendo de las tierras. La venganza no se hizo esperar. El cacique solía ir los sábados a la barbería donde Tomasso, el primo de Ángelo, trabajaba como aprendiz. Ángelo lo esperó escondido en la parte trasera del local. Cuando el patrón se sentó en la silla y cerró los ojos, dejándose afeitar, Tomasso lo sujetó mientras Ángelo le cortaba el cuello de oreja a oreja. Luego, ambos escaparon. A los pocos días del asesinato, gracias a las pesquisas de los Carabinieri, sorprendieron al primo en su escondrijo en las montañas. A los hombres del difunto “Patrone” no les importó la presencia de los agentes del orden que hacían como si la cosa no fuera con ellos. Rociaron con gasolina al pobre Tomasso y después de dejarle lloriquear un buen rato, le prendieron fuego. Ángelo tuvo mejor suerte, consiguió llegar hasta Palermo. Una vez allí, consiguió enrolarse como pinche de cocina en un buque mercante que zarpaba hacia los Estados Unidos.

En América empezó con buen pie. Se alistó en un principio como simple"soldado" en las filas de la Mafia. Gracias a su sangre fría y a la lealtad que demostraba se ganó la confianza de los jefes. Con el tiempo se hizo indispensable y su reputación se alzó por las nubes. Hecho que le permitió independizarse más adelante y trabajar en solitario. Los que en un pasado lo habían conocido murieron o desaparecieron cuando no sabían guardar un secreto.
Ángelo había comenzado su aprendizaje como asesino donde los otros lo concluían, con el arma blanca. Matar a distancia con el fusil provisto de mira telescópica o poner una bomba requería talento, precisión, pero meterle cuatro puñaladas a alguien a sangre fría exigía agallas aparte de experiencia. Ángelo llegaba a identificarse con sus víctimas, saboreaba incluso su pánico. Este y no otro era el verdadero secreto de su maestría como asesino. Sin embargo lo más difícil de su profesión venía después, cuando había que deshacerse del cadáver, descuartizarlo o disolverlo en ácido sulfúrico, según requiriera la ocasión; había que tener coraje, sobre todo si se trataba de algún conocido que había caído en desgracia. Para Ángelo, su trabajo era más que un pasatiempo, mucho más que una labor realizada con esmero y precisión.
Lo que nadie sabía es que existía una fisura, una grieta en su naturaleza de granito. Ángelo tenía un hijo, un muchacho de quince años. Hacía de eso más de diez años, cuando el padre del muchacho, un abogado que husmeaba demasiado, se puso a malas con la Mafia y decidieron quitarlo de en medio, a él y a su familia. Ángelo aún desconocía el motivo, no pudo matar al pequeño. Había algo en el pequeño que le recordaba si mismo. Comenzó a hacer planes. Deseó que su hijo fuera algún día ingeniero, o médico, o incluso juez, porqué no. Ángelo invistió toda su energía en el pequeño.

Esto piensa Ángelo mientras limpia una de sus armas referidas, una Browning, sentado en un taburete junto a la ventana de la cocina. Su hijo a su lado contempla absorto el arma. Las calles están vacías, es domingo. El sol lanza destellos sobre la avenida. Muchos han partido de vacaciones y el cielo sonríe con tanta luz. 
El chico hace un ademán, le pide el revolver al padre. Al principio Ángelo vacila, pero luego sus labios se ensanchan en lo que podría ser una sonrisa y le ofrece el arma. El muchacho hace como si disparase contra blancos imaginarios imitando el estruendo de las balas con la boca. Dos arrugas en la frente del padre se oponen a la conducta del hijo. Quiere quitarle el revolver. El muchacho se aparta y lo apunta con el arma. Su rostro se oscurece. Adopta una expresión hasta entonces desconocida. Ángelo descubre por fin la afinidad que tanto los une y que en ese mismo instante se exterioriza en los ojos del muchacho a través de esa mirada acuosa de azul incienso, gélida como el plomo; la misma expresión con la que Ángelo se suele despedirse de sus víctimas. Angelo siente miedo por primera vez, pero ya era tarde. Escucha el disparo, antes de que su cabeza vaya a estamparse contra la pared y el proyectil le destroce el cráneo.

Su hijo nunca será ingeniero, o médico, ni mucho menos llegará a ser juez. Se convertirá en un asesino mucho mejor que su padre. Jamás cometerá la estupidez de adoptar a un hijo, a una astilla que le revuelva los escrúpulos.


Christian Eduardo Nutz de la Calle
Ante todo agradezco la gentileza de aquellos que se hayan tomado la molestia de leerme. Permítanme presentarme y escribir un par de líneas sobre mi persona. Nací en Barcelona, en marzo de 1963, hijo de madre española y padre alemán. Resido en este país desde hace más de veinte años. Sin embargo, es el castellano, mi lengua materna, en la que siempre he podido expresar mejor todas mis inquietudes.
Desde que tengo uso de razón me han fascinado los libros. Me encantaba imaginar y crear historias sobre las obras que desde la infancia devoraba, hasta que un día descubrí que la fantasía de los otros ya no me bastaba. Así pues, una vez superados mis primeros temores, me puse a escribir decidido a darle vida a mis propias quimeras que no eran pocas. Comencé escribiendo poesías, pasión que ya sentí en la adolescencia y que aún suelo practicar en mis ratos libres. Más tarde me atreví a escribir cuentos y relatos breves, entretenimiento que a la larga podríamos decir, se ha convertido en el núcleo principal de mi estilo.
Actualmente me dedico a la realización de una novela fantástica libro de cuentos. Mi género abarca un amplio espectro, aunque sin duda se me podría catalogar dentro de la ficción. Mi temática oscila entre la literatura fantástica y la novela de carácter existencialista.
 
¿Qué podría decirles más de mi? Pues sencillamente que me lean y luego juzguen, además no es mi intención aburrirles con tanta charla.
 

Un cordial saludo
 
Christian Eduardo Nutz de la Calle, Munich
 

Obras: "Cuentos de Luz y sombra en el Edén", cuentos y ficciones
"El desván de las quimeras", Narraciones y cuentos cortos
"Poemas de limbo", poemario

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